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11/08/2013

5/11/2013 Encadenados a siete manos



Primero
Mi primera frase aún sigue viva en el dorso de su espalda, a fuego./ Lo malo es que hice una falta de ortografía. ¡Maldita sea!/ ¡Suspendido! Escribe 100 veces "me gustan los encadenados"/ Sin embargo, el tatuador nunca le dijo que era una X,  porque tenía una cita de sexo desenfrenado y... ya era tarde./ Así que agarró el dorso de su espalda y su falta de ortografía y salió disparado,/ total qué mas daba si en el infierno/ crecían amapolas sin tallo que alcanzaban el clímax de mis ingles.

Han tatuado a tinta Nico, Francesc, Ana, Jose Luis, Raquel, Ely y Juanjo.

Segundo
La cerveza no estaba lo fresquita que a él le gustaba,/ sorbió del ron y cerró los ojos a la realidad caliente./ El rojo de su ropa interior cayó a sus pies/ y, con gesto compungido, descubrió el grano del/ culo que tanto venía fastidiándole esa semana./ Este gritó para llamar su atención: "Eh, culazo. Menos bollos y mas verdura para no extreñirte"/ De repente se despertó y se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Bueno, todo menos lo del culazo. 

Los granos de este culo fueron Ana, Jose Luis, Raquel, Ely, Juanjo, Nico y Francesc.

Tercero
Colgaba una bici de circo de dos globos aerostáticos/ y dentro de la cesta transcurría el mayor espectáculo del mundo,/ mientras los escuchas analizaban las conversaciones de los ministros de los estados ocupados./ "Alguna vez tendremos que invadirnos"./ Y entonces cenaron el Pessoa y nos quedamos a oscuras./ Como no había dinero por medio los ministros siguieron volando,/ impulsados por los suspiros de la desesperanza.

El gabinete del gobierno lo formaban Raquel, Ely, Juanjo, Nico, Francesc, Ana y Jose Luis.

Cuarto
El oso se arrodillo y pidió mi mano/ luego mi pantorrilla, después mi lomo, fue masticando paulatinamente todo mi cuerpo./ Al llegar a mi ombligo se envenenó de lombrices de algodón y pidió la cuenta. Son diez mil./ Ahí me di cuenta de que era un estafador: los osos no piden la cuenta./ Te destripan y te maceran en miel y azahar./ El rugido me despertó. El cohete que me llevaría a la luna iniciaba el ascenso. A mi lado, el oso sonreía con malicia./ ¡Nos habían invadido!

Víctimas en maceración: Ely, Juanjo, Nico, Francesc, Ana, Jose Luis y Raquel.

Quinto
Le tiró un rollo hasta dejarlo envuelto para la mensajería./ Remató el paquete con un lazo sonriente y/ enroscó una preciosa serpiente/ tras lo cual se volteó sobre la litera de su prima y aterrizó en la panacea de la biblioteca./ Las pastillas de color azul le sentaban muy mal desde que no se las vendían./¡Basta ya! Este encadenado no lo entiende ni Eduard Punset./ Mejor programamos en la 2 "Redes" y que nos lo aclaren los mensajeros, las serpientes y su prima.

Atrapados entre las redes están Jose Luis, Raquel, Ely, Juanjo, Nico, Francesc y Ana.

Sexto
Era feliz cuando soñaba y cuando se despertaba la mueca se le torcía./ Era un defecto de familia que acabó con mi paciencia el día que cumplíamos tres años sin vernos./ Pero qué mas le daría al ventrílocuo/ El le metía la mano entre las piernas y lo hacía bailar,/ y suspirar y sudar y gritar al grado de que el resto de la gente pedía "¡Sírvame lo mismo!"/ Otra revisión de próstata y ya no sabría cómo actuar,/ el problema era cómo contárselo a la mujer del ventrílocuo.

Ventrílocuos o muñecos, ¿qué prefieren Juanjo, Nico, Francesc, Ana, Jose Luis, Raquel y Ely?

Séptimo
Ana, por favor, no subas este encadenado,/ mejor súbete la falda para que nos riamos un rato./ Y entre subir y bajar encadenados y faldas tuvieron ocho hijos./ Encadenados, los hijos, para que no se dijera/ que no servía eso de subir las faldas,/ y bajarlas como buenos escoceses como malos hijos y como encadenados escritores sin calzones./ Y esta es la historia que yo presencié agazapado entre el sostén de Ana y todos sus hijos encadenados. Por favor, no se lo digas a nadie.

Siete eran siete los hijos de Francesc, Ana, Jose Luis, Raquel, Ely,  Juanjo y Nico.