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11/15/2012

Porque llovía / Abracadabra-pingüino-nariz


PORQUE LLOVÍA
Un tanto intoxicado de tanta novela negra sueca, decidió salir a la ciudad un viernes por la noche. Cenó algo rápido y fácilmente olvidable y tras volver a sentir en el cuerpo la decepción de los espejos, bajó a la calle. Fiel a su hábitat, como toda especie animal, pronto se vio realizando un itinerario de bares-rock que casi había olvidado. Cuando empezó a llover entró en aquel tugurio nuevo, La Cámara,  y se sintió irreal. En la pequeña pista que ocupaba el centro del garito había una joven en silla de ruedas y una monja con zapatos de tacón bailando, “lascivándose” las miradas. Dedujo que eran gogós de la casa. Solitaria, en la mesa del rincón, prácticamente en semipenumbra, adivinó a una chica escribiendo: parecía que el amor llenaba su cuerpo. Pidió otra copa antes de terminarse la que tenía y supo que acabaría allí la noche.
Se encomendó a la Virgen de Los Desprecios mientras se acercaba a entablar no sabía muy bien qué con aquella chica. La canción que sonaba, Life on Mars?, le infundió fuerzas.
–¿Puedo sentarme? –preguntó.
–¿Cuál es para ti la mejor canción de Bowie? –dijo ella como respuesta.
–No lo sé. Quería estar contigo, ¿qué escribes?
–“Porque llovía”, una pequeña historia deshilvanada que se me ha ocurrido hace un rato. Tengo que pulirla.
–¿Me dejas que la lea?
Le pasó la libreta (verde, tapa dura, hojas lisas) y leyó lo que había escrito:
“Un tanto intoxicado de tanta novela negra sueca, decidió salir a la ciudad un viernes por la noche…”


Este es el relato que escribí en base al ejercicio propuesto como "deberes para casa", y el texto de aquí debajo es lo que se me ocurrió cuando hicimos el ejercicio "en directo" de las palabras abracadabra - pingüino - nariz:


Mi nariz estaba helada. Hacía un buen rato que parecía de metal. Solo faltaría ver un pingüino por aquí, pensé. Me había perdido en el monte, en un monte que conocía desde pequeño y hacía un rato que había caído la noche. Las temperaturas bajaron casi diez grados de golpe, como había vaticinado el hombre del tiempo. Además, en la cesta solamente llevaba seis setas. Busqué un sitio donde resguardarme, convencido de que me tocaba pasar la noche en la montaña. En ese momento me vino a la mente mi época de mago. Dije “Abracadabra”, pero el truco de la cama calentita no funcionó.

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