PORQUE
LLOVÍA
Un tanto intoxicado de tanta novela negra sueca, decidió
salir a la ciudad un viernes por la noche. Cenó algo rápido y fácilmente
olvidable y tras volver a sentir en el cuerpo la decepción de los espejos, bajó
a la calle. Fiel a su hábitat, como toda especie animal, pronto se vio
realizando un itinerario de bares-rock que casi había olvidado. Cuando empezó a
llover entró en aquel tugurio nuevo, La Cámara, y se sintió irreal. En la pequeña pista que
ocupaba el centro del garito había una joven en silla de ruedas y una monja con
zapatos de tacón bailando, “lascivándose” las miradas. Dedujo que eran gogós de
la casa. Solitaria, en la mesa del rincón, prácticamente en semipenumbra,
adivinó a una chica escribiendo: parecía que el amor llenaba su cuerpo. Pidió
otra copa antes de terminarse la que tenía y supo que acabaría allí la noche.
Se encomendó a la Virgen de Los Desprecios mientras se
acercaba a entablar no sabía muy bien qué con aquella chica. La canción que
sonaba, Life on Mars?, le infundió
fuerzas.
–¿Puedo sentarme? –preguntó.
–¿Cuál es para ti la mejor canción de Bowie? –dijo ella
como respuesta.
–No lo sé. Quería estar contigo, ¿qué escribes?
–“Porque llovía”, una pequeña historia deshilvanada que se me ha ocurrido
hace un rato. Tengo que pulirla.
–¿Me dejas que la lea?
Le pasó la libreta (verde, tapa dura, hojas lisas) y leyó
lo que había escrito:
“Un tanto
intoxicado de tanta novela negra sueca, decidió salir a la ciudad un viernes
por la noche…”
Este es el relato que escribí en base al ejercicio propuesto como "deberes para casa", y el texto de aquí debajo es lo que se me ocurrió cuando hicimos el ejercicio "en directo" de las palabras abracadabra - pingüino - nariz:
Mi
nariz estaba helada. Hacía un buen rato que parecía de metal. Solo faltaría ver
un pingüino por aquí, pensé. Me había perdido en el monte, en un monte que
conocía desde pequeño y hacía un rato que había caído la noche. Las
temperaturas bajaron casi diez grados de golpe, como había vaticinado el hombre
del tiempo. Además, en la cesta solamente llevaba seis setas. Busqué un sitio
donde resguardarme, convencido de que me tocaba pasar la noche en la montaña.
En ese momento me vino a la mente mi época de mago. Dije “Abracadabra”, pero el
truco de la cama calentita no funcionó.
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