Páginas

10/31/2012

Deberes para casa


Como quedamos, aquí pego a modo de ejemplo un relato que me salió el año pasado cuando hice el ejercicio propuesto para esta semana como "deberes para casa": metaliteratura, el relato dentro del relato.


11:19 Y yo era como cordero inocente que llevan a degollar, pues no entendía que maquinaban designios contra mí.
Con el primer sorbo del carajillo apareció la musa. Hacía mucho tiempo que no me visitaba, así que sin perder un segundo fui raudo a la habitación de escribir con la intención de plasmar todo lo que empezaba a invadirme. Eso sí, antes me terminé el carajillo.
Tomé mi bolígrafo especial de novela negra, el que usaba con más frecuencia, y enseguida comenzó el folio blanco a llenarse de palabras azules. La historia despertó mi interés desde el principio y quedé enganchado como un lector más, quería conocer el desenlace:
“Despertó Jeremías con la convicción de que el día anterior algo importante se le había quedado por hacer, más no era capaz de recordar qué. Desayunó rápido y bajó a la calle sin gastar los diez minutos que todas las mañanas demoraba en hablar con el tipo ese del espejo. No sabía adónde dirigirse, se dejaba guiar por sus pies que, al parecer, sí lo sabían. Jamás se había visto en una situación similar durante sus quince años como detective. En la primera papelería que le salió al paso entraron los pies de Jeremías para comprar un bolígrafo azul de esos que escriben rápido y un bloc apaisado sin rayas. En ese momento se sintió raro, con una sensación como de “misión cumplida” y regresó a su casa, ya mucho más tranquilo. Antes de introducir la llave en la cerradura notó que algo pasaba: la puerta estaba abierta, o mejor dicho, no totalmente cerrada. Y, sin embargo, yo he cerrado al salir, se dijo Jeremías, de eso estoy seguro. El reguero de sangre arrastrada por el pasillo le condujo hasta su habitación, donde yacía en una postura inverosímil Yasmina, su prometida. Tenía los ojos abiertos y su mirada era de incredulidad, totalmente absurda. Sobre el sofá del salón, igual de muerto y desangrado estaba Raspita, el famoso futbolista del Barça…”
Estaba escribiendo sin pausas, de un modo febril. Me sentía eufórico y como guiado por un ente invisible aunque presente que me dictaba las frases. Los folios seguían llenándose sin darme cuenta:
“…en un primer momento se quedó de piedra el detective, incapaz de reaccionar. Era a su novia a quién habían asesinado junto al futbolista aquel. ¿Quién?, ¿por qué? Si no he estado fuera de casa ni diez minutos, ¿cómo han podido ocasionar semejante desorden?, ¿buscaban algo? Y Raspita, ¿qué pinta aquí? Telefoneó a Homicidios y salió de casa como alma que lleva el diablo. Acababa de comprender qué tenía que hacer para resolver el caso. Bajó las escaleras de a dos y a veces de a tres. Tuvo suerte con los taxis y pasó uno libre en ese momento. Dio al taxista la dirección que años antes se aprendiera de memoria y se conjuró en silencio para que hoy no hubiese mucho tráfico, por favor…”
La mano me temblaba al escribir de aquel modo. Noté que incluso estaba sudando, pero no podía parar, la historia me arrastraba arrolladoramente. No sabía cuánto tiempo llevaba escribiendo, aunque debía ser mucho porque el bolígrafo, mi boli especial, se había quedado sin tinta, justamente cuando llamaron a la puerta. Por el pasillo tuve la impresión de que hacía un buen rato que estaba sonando el timbre. Al abrir, allí estaba mi amigo Jeremías, el detective:
- Aquí tienes el boli, continua escribiendo… quiero descubrir al asesino.

5 comentarios:

joseluis dijo...

'Tá divertida la historia, ¿cuál de las dos? Será mi secreto sin compartir :-)

Luego te comento cositas de este texto tuyo en El Zurdo. O cuando te acerques a San Marcelino podemos quedar a tomar un café.

Hay una historia mía que siento que cumple el propósito del ejercicio, pero la siento muy cerrada como para que se considere como historia dentro de otra historia. Sin que signifique que dejaré de hacer el deber, te la dejo aquí para tu consideración:

EL ACCIDENTE
Ahora que iba al centro comercial, no supe qué pasó. Tuve que tomar una desviación, cambiar de ruta hacia un tramo de carretera que estaba vacía, o debía estarlo.

Desde la oreja del trébol vi que no transitaba ningún coche sobre el puente. Justo al entrar en la vía quedé rodeado por muchos automóviles, "pero ¿de dónde salieron todos estos?", y el agobio me entrecerró los ojos. Anduve atrapado en aquel río que me llevaba con su corriente. A los diez minutos se abrió un pequeño hueco a mi derecha y pude abandonar en la siguiente salida.

Volví a casa, mirabas la tele. Tu cara mostraba algo similar a la sorpresa. Las noticias exhibían un coche como el mío que, tras perder el control, había caído al fondo del río. Una toma rápida mostró la placa con letras y números. Palidecí, la sangre se me volvió de hielo.

También entendías, pero no mostrabas dolor. ¿Mi dolor?, se transformó poco a poco en coraje que paraliza, en impotencia de hacer o decirte algo. Cuando iba a reclamarte, el sonido de una llave al penetrar la cerradura, los giros y el golpeteo familiar del llavero me detuvieron.

—¡Ya estoy aquí!

Yo mismo entraba en casa con dicha en la cara. Cruzó —más bien, crucé— a mi lado sin verme y llegó —llegué— hasta ti.

—No vas a creer lo que me pasó —te dijo.

—Pero ¿qué tienes? Estás muy pálido.

—Ahora que iba al centro comercial —empezó a decirte—, no supe qué pasó. Tuve que tomar una desviación…


Fran Rubio dijo...

Por supuesto que me parece que cumple los requisitos del ejercicio. Además del "relato dentro del relato", también has metido el tema del desdoblamiento (doble desdoblamiento). Una historia muy original, me ha gustado mucho, aunque no he sido capaz de comprender lo que significa
"Desde la oreja del trébol".
Ya me lo explicarás el próximo martes.
Un abrazo.

Elysa dijo...

Pues vaya, son dos ejemplos muy buenos, el problema ahora es que ya estoy influida, ahora ¿qué?. Bueno a ver que se me ocurre. ¡Estoy atacá!

Besitos

Elena Casero dijo...

¿me vale un relato publicado en el libro?

bueno, por si acaso me voy a exprimir el cerebro.

Unknown dijo...

¡qué bueno ese final! hasta yo hubiese salido de la historia para dejarte la herramienta para que pudieras seguir...
Besos de gofio.